Esta serie se propone desafiar a una reflexión abierta, pluridisciplinaria y centrada en el cambio necesario para lograr una sociedad justa y a su vez enfrentar el desafío que los cambios plantean. Creo que todos aquellos que hemos trabajado sobre el tema del terrorismo de Estado y la tortura hemos sentido que se nos abría una pregunta que no podíamos responder en el ámbito de lo científico, y que también tenia una enorme importancia ética. Dicha pregunta la podríamos formular en los siguientes términos: ¿cómo es posible que un hombre pueda infligir sufrimiento a otro, incluso hasta matarlo? Y esto, no presa del odio, de la pasión, sino en el marco del cumplimiento de una función. Primo Levi cuenta que en el momento que deja el campo de concentración italiano para ser trasladado a Auschwitz, las piezas, así llamaban los nazis a los que iban a deportar, eran llevadas al tren. Allí recibimos los primeros golpes: y la cosa fue tan inesperada e insensata que no sentimos ningún dolor, ni en el cuerpo ni en el alma. Sólo un estupor profundo: ¿cómo es posible golpear sin cólera a un hombre? En nuestra práctica hemos sido consultados por muchas personas que habían pasado por la tortura y habían estado años en la cárcel, (algunos de ellos eran amigos, otros simplemente conocidos y otros fueron pacientes), pero nunca, sin embargo, hemos tenido la posibilidad de conocer el testimonio de un torturador: ¿qué piensa, qué siente, cómo es su alma? Esa es una de las grandes e impresionantes preguntas que motivan este trabajo.
