Cuentan que por aquellos tiempos el jaguar era el dueño del fuego y solamente lo compartía con sus amigos cuando se juntaban a comer pescado asado. Los animales del bosque habían intentado muchas maneras de quitárselo, pero siempre fracasaban. -¡El fuego es mío! - rugía el jaguar a cualquiera que se acercara a su fogata, mostrando sus enormes y lustrosos dientes.. Acerca de poseer, cuidar, obtener y compartir o no el fuego giran astas historias que los pueblos se contaron de abuelos a nietos, de padres a hijos.