SINOPSIS: El Negro Fontanarrosa fue como un tío para mí. El tío del interior. Cuando venía a suenes Aires siempre nos visitaba y, en verano, solíamos vacacionar las dos familias juntas los Caloi y los Fontanarrosa. Además de las luchas libres en la cama, mi hermana mi hermano y yo contra él, recuerdo las incontables veces que me sentaba a su lado a dibujar en las ferias del libro, exposiciones. restaurantes, encuentros de dibujantes y sobremesas. Entre mis dibujos de la infancia hay muchos Inodoros. Siempre me deslumbró la manera de dibujar del Negro. La forma casi displicente en que tomaba el marcador, como dibujaba a gran tamaño la precisión de la línea, y algunas decisiones estéticas tan caprichosas como distintivas. Dos de ellas eran: las uñas invisibles que dibujaba a sus personajes como caladas en los dedos; y el brillo en las narices. Mis primeros personajes serian, por supuesto, ambos detalles. Tiempo después, ya adolescente, lo estudié en detalle. Las páginas de Inodoro Pereyra con sus múltiples gags (con los chistes de una sola página de él. cualquier otro dibujante vivía un mes) y los de cuadros sin personaje fijo. Jugaba a imaginar cómo se le hablan ocurrido las ideas, deconstruía sus cuadros de humor, me imaginaba como había llegado a esas palabras. Era un maestro de la síntesis en el texto, resolvía el juego, como los grandes futbolistas, en una baldosa, un cuadrito. Finalmente un día me lo encontré en la Feria del Libro, ya muy enfermo él, y me dijo que no habla recibido mi primer libro, recién publicado. Corrí al stand de la editorial y me afané uno para él. A los pocos días recibí un hermoso mail en el que me decía que le habla encantado, que le daba orgullo y que lo tenía en la mesa del comedor para que todos los que iban a visitarlo lo vieran. Un círculo se habla cerrado en mí, el maestro Fontanarrosa, me reconocía como un colega
