SINOPSIS: Nunca pude sentir o expresar mi admiración por Fontanarrosa en esos términos, ni de sospechar cierta comodidad o laxitud en anteponer el 'querido negro" al subsiguiente "Fontanarrosa". O lo que es peor, de sentir allí una especie de sobreactuación, no lo conocía Fontanarrosa y en su obra él siempre supo mantener, respecto de la intimidad, una prudente distancia. Así que mal puedo quererlo. Puedo admirarlo, y lo admiro. En primer lugar como dibujante, Fontanarrosa fue un grandísimo dibujante. Está en el parnaso de los dibujantes argentinos. Todavía hoy no puedo descular de qué modo dibujaba, cuál era su lógica. Y en segundo lugar lo admiro por su gracia, por su ingenio, por su comicidad. Y este es el punto, creo, del por qué me suena un poco sobreactuado el asunto ese del "querido negro". Lo admiro justamente por esa distancia que supo poner entre él y su obra, y entre él y el lector. Esa distancia necesaria para causar gracia. Por ejemplo, de un tiempo a esta parte, las historietas abrevaron hasta el hartazgo en la autobiografía. De Fontanarrosa, a través de sus chistes e historietas, no sabemos nada. Nunca se puso en primer plano a la hora de obrar. Con su enfermedad podría haber hecho una historieta autobiográfica, que seguramente le hubiera redituado algún éxito, sin embargo no lo hizo. Ninguna queja acerca de su condición en los últimos tiempos fue expresada a través de sus chistes. Nada. Cero ¿un estoico, acaso, no, un humorista. Y sin embargo, sin embargo, él está allí. No necesitó decir ciertas cosas, porque supo decir otras. Todos lo sentimos cercano a Fontanarrosa. Tal vez porque el humor, y también la fraternidad, se construyen mejor desde una prudente distancia. Una distancia que acerca. Negociemos. don Inodoro.