SINOPSIS: Si pudiera decirlo, lo diría así: me llamo Luigi Alfredo Ricciardi, y veo a los muertos... Estamos en Nápoles y corre el año 1931, una época en que el fascismo en Italia goza sus momentos de gloria. Es invierno y la ciudad parece adormilada por el frío, pero el comisario Ricciardi no para de trabajar. Hombre de pocas palabras, solitario y terco, heredó de su madre un extraño poder: ve el último gesto de las víctimas que mueren violentamente y oye sus últimas palabras. Ese don le permite meterse de lleno en las investigaciones, pero le obliga a compartir parte del dolor de quienes han muerto. De ahí sus silencios y su mirada a veces extraviada. En este primer caso vemos a Ricciardi en los camarines del Teatro San Carlo de Nápoles. El gran tenor Arnaldo Vezzi, artista admirado por su talento y amigo personal de Mussolini, fue brutalmente asesinado justo antes de subir al escenario para cantar I Pagliacci. Poco a poco iremos descubriendo el verdadero carácter de Vezzi y veremos cumplirse una vez más la ley de Ricciardi: las víctimas de un crimen, vengan de donde vengan, acaban muriendo por hambre o por amor.