Cuando vi a Marta por primera vez, reconocí en el acto sus condiciones profesionales; por sobre todo sus condiciones artísticas. El tiempo confirmó lo que la intuición me había anticipado. Una muñeca, una flor, cualquier animalito modelado por Marta, tiene un encanto especial que todos, sin excepción, reconocemos su sello inconfundible. Esas maravillas, que más de una vez nos resistimos a comer para no destruirlas, salen de sus manos al parecer sin ningún esfuerzo. Sin embargo, detrás de su increíble naturalidad subyace un tesón, una disciplina y un arte sólidamente trabajado. Es la maestra en esta materia, desde luego que gracias a sus dones; pero lo es mucho más, la cantidad de horas que, ha dedicado y dedica para que un simple e informe pedazo de masa se convierta en motivo de inolvidable placer estético. Es justamente este cultivo de sus naturales condiciones lo que le permite formar legiones de discípulos. Y es también ese esfuerzo, técnicamente reglado, el que le ha permitido escribir esta práctica guía: de decoración de tortas. Un libro que refleja, al igual que sus angelitos y bichitos, la ternura y calidez de su espíritu.
