RESEÑA: Introducción; Yo era casi una adolescente cuando mi madre comenzó a incorporar arroz integral en nuestras comidas. Albóndigas de soja reemplazaron a las de carne en las salsas que sazonaban los vermicelli. El zumo de naranjas empezó a tener sabor a levadura de cerveza, con gran desilusión para mí y deleite para mi hermano menor, un bebé que no conocía la diferencia. Comíamos carnes aún, pero cada vez más a menudo nos presentaban platos sin ella. Recibíamos periódicamente grandes paquetes de Walnut Acres conteniendo "alimentos dietéticos" que no se conseguían allí donde vivíamos; recuerdo la excitación general que se producía cuando llegaban esos paquetes llenos de cosas interesantes, cosas para mí todavía irreconocibles. Durante mi edad escolar, la dieta vegetariana se comenzó a popularizar. Se presentaba con el aura de la revelación de un secreto esotérico. Para la mayoría de nosotros significaba agregar arroz integral, brotes y pan casero a nuestras dietas al mismo tiempo que se retiraban las carnes. En esa época solía almorzar con amigos vegetarianos, y los platos sin carne me resultaban mucho más agradables que a la mayoría de los estudiantes. Me era bien conocida la diferencia porque trabajaba en la cafetería del colegio, donde se servían alimentos a base de carne.