RESEÑA: La primera vez que pisé suelo argentino, hace más de 20 años, tuve conciencia de que se producía a mí alrededor o tal vez en mí, una paradoja. Llegaba a un País extranjero en el que me sentía en casa. El mismo idioma, los mismos rostros, los mismos nombres en la toponimia de los pueblos, la misma efusión de amigos, sentimientos vecinos y una manera de andar por la vida que no me era ajena. Veinte años después esa impresión contradictoria entre lo teóricamente extraño y lo íntimamente familiar, persiste. Creo que sé lo que me quiere decir un argentino en unas pocas palabras. No me sucede así con otras personas, aunque me hagan un largo discurso. Tengo la sensación de que, como en sueños, he recorrido en Argentina mucha historia, la historia de casi todo, de la vieja Universidad de Córdoba, de ese Buenos Aires actual inmenso, que en 1620 contaba sólo con 1.100 habitantes, la historia de esos miles y miles de inmigrantes españoles que aquí se hicieron argentinos de buena ley. A fuerza de recorrer la historia, creo que puedo mirar a la Argentina con la sencillez con que se mira a un viejo y buen amigo. Quizá será un País extranjero para mí, pero ni me lo parece ni me lo hacen sentir. ¿Cómo no celebrar con afecto grande una Biografía de la Pampa, de ese campo argentino por el que transcurrió también la historia común de los que hoy son dos pueblos hermanos? Saludo al autor, saludo al esfuerzo de dar a conocer esa tierra bendita en la que Martín Fierro decía: Cantando me han de encontrar. Aunque la tierra se abra: Esta tierra que canta el gaucho se abre, pero no para algo malo, se abre para recibir la semilla que se convierte en espiga, para recibir el canto y los cuerpos de miles de Martín Fierro que hicieron de esa Pampa una tierra fecunda. Argentina no se concebirá sin su gran Pampa, que ha enseñado al argentino a buscar y a encontrar horizontes lejanos y grandes. (Buenos Aires, 1987. RAIMUNDO BASSOLS Embajador de España en la República Argentina).
