SINOPSIS: No obstante la variedad de formas que Fernando Ilucik ensaya en las páginas de este libro, tan distintas y distantes entre sí como el haiku y el monólogo dramático, como la tanka y el soneto, un sólido encadenamiento imaginativo cohesiona la sustancia poética del volumen: todas las composiciones nacen de la misma mano y en todas ellas reconocemos la misma voz. Un arte del miniado y del momento musical, ligeramente críptica, trabajada con esmero y delicadeza al amparo de la noche sin nadie, sin gente y sin ruido, en esa especie de medioevo del tiempo que es la duración detenida indefinidamente en la quietud del silencio ininterrumpido. Un arte monástica, solitaria y humilde: mi techo (techo bajo, de barrio bajo), dice el poeta. Estrechez que no le impide pulir el verso hasta lograr verdaderas joyas verbales.