Todo debate serio sobre la historia de Europa debe incluir obligatoriamente la figura de este hombre del siglo IV d.C., llamado el apóstata por su campaña en pos de la libertad de cultoentre los ciudadanos del Bajo Imperio Romano. Juliano quería restaurar el helenismo y hacer del cristianismo una más entre las creencias; fracasó, acaso porque creyó más en la persuasión de las letras que en el filo de las espadas. Sin embargo, los partidarios de la tolerancia social y de la posibilidad de convivencia entre partidarios de confesiones distintas tienen en él una gran figura en la que inspirarse. Agréguese a eso la maestría narrativa de Gore Vidal, el gran escritor norteamericano: el resultado es una novela imprescindible, de perenne actualidad.