En parte, estos trabajos son políticos: atañen al país, al siglo en que vivimos. Pero también a la poesía, a la fe, a la ciencia y su valor, al judaísmo y a ciertas ciudades que no puedo olvidar. Si su tono está logrado, se verá que son ensayos -vale decir, conjeturas, roces, digresiones. Como tales, se empeñan mucho más en traducir el impacto de la realidad sobre un temperamento que en reivindicar la correspondencia acabada entre las propuestas de ese temperamento y dicha realidad. Los he reunido porque creo reconocer, bajo la diversidad de temas que abordan, una íntima unidad de sentido, y los publico alentado por la convicción de que esa unidad de sentido, su preeminencia constante sobre la variedad de asuntos, sólo puede manifestarse así: a través de los distintos argumentos que dan vida a cada composición. Todo escritor, por lo demás, aspira, a despertar el interés de sus semejantes. El interés más que la coincidencia. Necesita creer que puede lograrlo para no quedar atrapado en el círculo infernal de la pura autorreferencia. Yo no escapo a esa regla general. Y la suposición en la que centro mi esperanza es la de que estos textos, que nada resuelven ni nada indiscutible pretenden decir, responden sin embargo a un modo de sentir, indagar y convivir con la verdad que puede ser compartido.