Escobar, quien seguía de cerca el curso de los acontecimientos, se encontró con un regalo como caído del cielo. Evaristo Porras, uno de sus allegados, establecido en Leticia y sindicado por las autoridades de ser un notorio narcotraficante y el encargado de enviar pasta de coca hasta los laboratorios, le entregó una fotocopia de un cheque. El girador era Porras. El beneficiario, Rodrigo Lara. El valor, un millón de pesos. En su calidad de suplente, Escobar iba muy poco al Congreso y no había hablado una sola vez en ese recinto. Su actuación más conocida se dio el día de su posesión, cuando llegó a Bogotá en compañía de su esposa y Ortega para prestar su juramento. Cuando iba a ingresar al Capitolio, un portero, con el reglamento en la mano, le prohibió el paso.