RESEÑA: César Vallejo es uno de los nombres celebres de la literatura hispanoamericana y esta hoy ampliamente difundido a escala internacional; a pesar de ello, su obra no es tan conocida como la resonancia del nombre pudiera hacernos creer. A ello contribuye, intrínsecamente, la textura difícil y sorprendente de muchos de sus poemas. Tras la publicación de Los heraldos negros (1918) y Trilce (1922), Vallejo padeció algo cercano a la sequía poética porque estaba a la espera del nuevo lenguaje invocado en Trilce; donde todo lo humano resulta digno, tanto el cuerpo (incluso, sobre todo, en sus excrecencias) como el alma. Asumida la visión marxista, Vallejo enfrenta la necesidad de un lenguaje adecuado para expresar el sufrimiento humano, cuestión que lo angustia desde el yo no sé de Los heraldos negros. Recién en los años treinta, y de modo creciente, hasta arribar al pasmoso periodo creador del segundo semestre de 1937 y comienzos de 1938, sacudido por la Guerra Civil Española, escribió o reescribió gran parte de Poemas humanos, y dio forma a la totalidad de España, aparta de mí este cáliz. La utopía del amor para vencer el dolor y la muerte, el gran tema de la obra vallejiana, encuentra expresión soberana en estos dos poemarios publicados póstumamente. Resulta asombroso cómo Vallejo resuelve esa tensión con un lenguaje originalísimo, profundo, de valor universal en poemas como Masa, en que el amor solidario consigue aniquilar a la Muerte en este mundo, quitándole todo sesgo divino y ultra terreno al tema de la Resurrección.