RESEÑA: Buenos Aires es la Capital histórica, y por lo tanto la Capital necesaria. Así, con apasionada resolución se expresó hace cien años, en 1880, el Presidente de la República Nicolás Avellaneda al solicitar a la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires la aprobación "libre y patriótica" de la ley votada por el Congreso Nacional reunido en el entonces pueblo de Belgrano, declarando a la ciudad de Buenos Aires Capital de la Nación Argentina. Y agregó: "Aquí se operó la transformación lenta y dolorosa del pasado, y deben verificarse las activas transformaciones que no se esconden ya en un porvenir lejano. Llegarán a este puerto todas las ideas, los inventos, las instituciones, las literaturas de todos los pueblos, y se hará aquí su adaptación por el pensamiento argentino, poniéndole su sello. De este centro intelectual, político, comercial, partirán los rayos de luz y las manifestaciones de grandeza que han de acreditar al mundo nuestro nombre, haciendo que sea universalmente conocida y glorificada la GRAN CAPITAL DEL SUD. Y el sueño del tucumano Avellaneda se cumplió y sigue cumpliéndose con creces: Buenos Aires es hoy, a 400 años de su segunda fundación por el esforzado vasco Juan de Garay, y a un siglo de su definitiva proclamación como Capital de la República Argentina, uno de los más grandes y pujantes centros demográficos, económicos y culturales de América y del Mundo. El minúsculo núcleo original de 63 audaces pobladores que acompañó Paraná abajo desde la Asunción del Paraguay a Garay en su aventura fundadora en 1580, se ha convertido en una colosal muchedumbre de 3.000.000 de porteños, a los cuales hay que sumar los 8.000.000 de pobladores del gigantesco y siempre creciente "Gran Buenos Aires". Las 250 manzanas iniciales donde se erguían unas pocas decenas de miserables ranchos de adobe y techos de paja, se han transformado, a su vez, en 12.000 manzanas, cubiertas por una edificación compacta e imponente de hormigón, ladrillos y acero, separadas por 2.186 calles y alumbradas por 85.000 focos eléctricos (en 1800 la ciudad sólo contaba con 600 faroles provistos de velas de sebo). Buenos Aires, que en 1670 sólo disponía de un coche, el carruaje tirado por ocho mulas del Obispo, cuenta actualmente con un rugiente parque de 700.000 vehículos automotores, cuyo veloz desplazamiento por las calles, avenidas y autopistas de la ciudad es controlado por más de 1.500 semáforos; y bajo su subsuelo cinco líneas de subterráneos transportan diariamente centenares de miles de pasajeros.
