RESEÑA: Las imágenes de un tilo desde el que se mira el mundo y de trenes que viajan para siempre, mezcladas con las de trigales amarillos, girasoles empecinados vueltos hacia el incendio astral de un mediodía, camelias aromando una ventana y agonías de peces en una playa, acompañan -junto al miedo de los temblores, el olor del pan y la tristeza de la lluvia- el devenir de los personajes que, más que imaginados o creados, son vividos por la autora, quien consigue mover a éstos entre aquellas de tal modo, que logra involucrarnos en los límites de la vida y la muerte que los contienen.