Extraño interludio es larga, y el tiempo en esa ficción es excesivo, de casi toda una vida. El autor requiere que sus personajes cambien con la edad y con las nuevas características, físicas y emocionales, que ésta trae consigo. Las acotaciones son más propias de una novela que de una obra de teatro, minuciosas en lo que se refiere a la escenografía pero imposibles de cumplir para un director artístico en lo que es la evolución de los personajes. Porque O´Neill se ensaña con ellos en las descripciones. En ese Extraño interludio que es la vida los personajes hablan, pero también piensan en voz alta en un conflicto interior complicado de interpretar para los actores y también para el público. Una reminiscencia del coro de los griegos. En El gran dios Brown son las máscaras las que se modifican y evolucionan, se ponen y se quitan, convirtiendo a sus personajes en personas distintas, hasta llegar a la suplantación. La máscara deshumaniza al actor y crea un ser nuevo sobre el escenario. Como en el teatro de los griegos y de los chinos. Como en el chamanismo.