SINOPSIS: A Eugenio Pacelli le tocó convertirse en papa en uno de los momentos más duros de la historia de la humanidad: Adolf Hitler estaba en su apogeo, Alemania amenazaba Europa y una nueva guerra mundial parecía inminente. Como si eso fuera poco, los fascistas Francisco Franco y Benito Mussolini mandaban en España e Italia, mientras Josef Stalin dirigía la Unión Soviética con puño de hierro. Para marzo de 1939 Pacelli, quien escogió llamarse Pio XII, ya era un reconocido cardenal conservador y anticomunista con una carrera ascendente dentro de la curia romana. Por eso, a pesar de las turbulencias que enfrentaba el mundo, muchos le auguraban un largo y exitoso papado, y algunos incluso rogaban para que fuera una especie de pacificador, que lograra apaciguar un mundo en llamas. Unos años después, sin embargo, las cosas eran muy distintas. Mientras Alemania avanzaba incontenible, los fascistas extendían su dominio de terror por el continente y millones de judíos morían masacrados en campos de concentración (en lo que hoy se conoce como el Holocausto), el papa optó por una actitud neutral y silenciosa. Mientras estuvo en Alemania, Pacelli vio nacer y fortalecerse al nazismo. Algunos dicen que eso lo aterraba, pero mantuvo conversaciones con ellos cuando llegaron al poder. No solo mantuvo relaciones diplomáticas con el gobierno nazi, a pesar del ruego de los aliados, sino que también evitó condenar pública y categóricamente el holocausto y los vejámenes cometidos por Hitler y sus hombres.