SINOPSIS: En su viaje inaugural, el mayor y más lujoso transatlántico construido hasta la fecha se deslizaba veloz, soberbio y majestuoso, con la seguridad del que se sabe insumergible. Fuera del barco reinaba una calma glacial y el mar se mostraba liso; dentro, las luces y la música revelaban el ambiente de fiesta, alegría y despreocupación que habían disfrutado los pasajeros desde que el Titanic levara anclas. Nada hacía presagiar la tragedia. Cerca de la medianoche, sin embargo, se oyó el grito del vigía anunciando un obstáculo a proa. El más célebre iceberg de la historia se erguía amenazante a menos de doscientos metros de distancia.