RESEÑA: los oficios fueron ricas fuentes de neologismos enriquecedores y entre ellos hubo uno, una técnica cuyos orígenes se remontan a Ur, unos cinco mil años antes de la era cristiana. Ese invento que ha proseguido sin pausa ni hiato a través de toda la historia humana desde entonces, fue la navegación. No me refiero a la mera flotabilidad con un haz de juncos, sino al invento y creación de las primeras construcciones evolucionadas que se podían impulsar y dirigir flotando sobre el agua. Desde entonces hasta hoy, los navegantes, los marinos de todas las nacionalidades poseen un lenguaje propio de su profesión y poco inteligible para el resto de los mortales. Ello también ocurre con todas las técnicas que maneja el hombre, pero es menester recordar que la navegación fue en su momento una actividad tan novedosa como lo es ahora la exploración espacial, sólo que nació antes y aun es contemporánea del átomo, de los satélites, de las naves espaciales y de las computadoras, a los que ha adoptado con sus adelantos para seguir navegando a menudo, a vela, como el hombre de Ur. Un día me encontré con un viejo marino y, para aprovechar aquello de la sabiduría de nuestros mayores, le pregunté qué era un sobrebrazal. Muchacho: sobrebrazal es la pieza total que se pone sobre cada uno de los brazales, cruzando los escarpes o empalmes de los parciales que componen uno y otra. Sirve para mayor fortificación de aquel y para clavar contra ella las tablas de las batayolas; y lleva dos tolinos formados de su misma madera, para que contra ellos rocen los calabro.