Alemania, 1939. El Saint Louis, un transatlántico de lujo, parte del puerto de Hamburgo con 937 judíos alemanes a bordo. Algunos son víctimas de los primeros campos de concentración nazis, otros son profesionales de prestigio recientemente expulsados de sus puestos. Extrañamente, el gobierno nazi ha permitido su salida del país. El barco llega a La Habana, donde algunos de los pasajeros intentan reunirse con sus parientes en Cuba. Sin embargo, las autoridades cubanas no permiten su desembarco, pues no están autorizados a ello, los obligan a volver a Alemania mientras el resto del mundo mira hacia otro lado. La Alemania Nazi pretendía a un tiempo realizar una maniobra propagandística y pasar información a su red de espionaje en Cuba. Algunas gestiones permiten la salida de tan sólo tres pasajeros, dos niños y un adulto. El resto deberá regresar, aparentemente, a Alemania, ante la desesperación de los pasajeros, algunos de los cuales optan por el suicidio. El capitán hombre opuesto al nazismo, tratará de buscar una solución, primero dirigiendo el barco a las aguas estadounidenses, de donde serán rechazados por los guardacostas. La última opción será una arriesgada maniobra para hacer embarrancar el barco en las costas inglesas.