Cuando apareció en 1968 la primera edición de este libro, con la sonora presencia en Buenos Aires del autor, junto a Dorival Caymmi y otros grandes músicos y cantantes brasileños, fue necesario explicar quién era Vinicius de Moraes. Hoy, aun después de su muerte, Vinicius, ya sin necesidad de agregar el apellido, es sinónimo de ternura, de bella expresión del sentimiento amoroso, dulce compresión y expresión del mundo. Los poemas de su Antología poética y los contenidos en Para vivir un gran amor y Para una muchacha con una flor se recitan de memoria como las letras de sus inolvidables y siempre escuchadas canciones (Garota de Ipanema, La felicidad y tantas otras). Los enamorados y enamoradas se lo dedican con fervor, porque, aunque no sean eternos como dice Vinicius del amor, transmiten un sentimiento que es infinito mientras dura. Estas crónicas, teñidas por la pátina de los años, conservan su visión fresca y llena de gracia sobre las cuestiones más diversas, en un universo que, entonces como ahora, se resiste a adaptarse a la medida de los poetas.