Orientación a padres: Hay un momento en la infancia en que los miedos son sensaciones muy comunes en los niños. Son parte del proceso de autonomía y, a veces, aparecen como un temor a todo. Al nacer, el bebé pasa de una situación de protección y dependencia total, a estable-cer, con la ayuda de la madre, sistemas de relación (a veces hostiles) con el mundo real, y es allí donde surgen sensaciones de abandonos y reencuentros, que son una condición propia del desarrollo, ya que el camino está plagado de pequeños abandonos, simbólicos y reales, que tienen su origen en el nacimiento. Por ejemplo en el temor a la oscuridad, existe una sensación de peligro que se forma a partir de una situación vivida por el niño en la realidad, como parte del proceso de independencia, que se combina con proyecciones psíquicas de temores internos. A veces los temores son transmitidos por los padres. Expresiones como: "si te seguís portando mal te encierro en el baño" o "llamo al hombre de la bolsa", no sólo no contribuyen a encausar la conducta del niño sino que pueden generar la aparición de miedos. Por otro lado, debemos tener en cuenta que los niños entre los 3 y 5 años suelen confundir la realidad con la fantasía. Al jugar, crean un mundo casi tan real como la vida. Y a veces esta misma fantasía forma el contenido de sus miedos. ¿Cómo actuar entonces? Primero, saber que los miedos forman parte del desarrollo infantil y que se disipan con el tiempo, a medida que los niños van teniendo más autonomía. Es importante respetar estas sensaciones infantiles, tener una actitud comprensiva, brindándole seguridad y protección, no sobreprotección. Muchas veces, estos miedos son un llamado de atención, una necesidad de que estén más pendientes de él o un pedido de ayuda. Hablándole, dándole un tiempo, seguramente poco a poco encuentre otra manera de vivir lo imprevisto de su crecimiento. Si persisten con el tiempo o limitan la actividad normal del niño, podría tratarse de fobias infantiles y será conveniente consultar un psicólogo.