Este relato desbordante de emoción está contado con la gráfica de un dibujo lleno de emotividad y ternura. Un dibujo que no necesita camuflarse para atravesar los tiempos. Marina narra la infancia de sus abuelos con una exactitud llamativa, dando la sensación de haber estado presente en esos momentos tan lejanos. Y con esa misma naturalidad, retorna al presente sin tener que modificar el clima que transmite su línea. De esta forma, es ella quien ahora le cuenta a sus abuelos el mismo cuento, pero enriquecido con un trazo sustentado por el afecto; ya que no cualquiera se anima a mojar el plumín en la tinta de su propia sangre. Con esa generosidad, Marina comparte con nosotros esa historia, y estoy convencido que después de entrar en ella todos se sentirán nietos de Harald y Regina.