La figura de Marcelo T. de Alvear ha quedado ciertamente vinculada, en la visión de las generaciones actuales, a algunos de los momentos más bajos de la trayectoria histórica del radicalismo. Su mandato presidencial representó un freno para el impulso reformista que Yrigoyen había dado al país; su actuación posterior estuvo signada por una actitud claudicante ante el rumbo antidemocrático que tomó la política nacional en los años treinta. Colocándose frente al personaje en una actitud francamente crítica, Félix Luna no deja por ello de presentarnos una imagen matizada. En la década de 1930, ha dicho, Alvear centró la lucha del radicalismo contra el fraude electoral. Pero esta lucha implicaba el cuestionamiento de la concepción del país impuesta por las fuerzas conservadoras; y es aquí donde Alvear padeció una serie de contradicciones derivadas de la insuficiencia de su ideología, así corno de las raíces de su propia personalidad. Lo que este libro intenta describir, en consecuencia, no es solamente una etapa de nuestra historia contemporánea, sino también el drama de un personaje, admirable por muchos motivos, pero cuya acción fue condenada al fracaso por las limitaciones que lo neutralizaron.