La figura de Juan Manuel de Rosas ocupa un lugar eminente en el debate acerca del pasado argentino, ello sucede porque de la imagen que nos forjemos de ella depende la comprensión de una serie de cuestiones centrales de nuestra evolución histórica. Estudiar a Rosas, dice John Lynch, es estudiar las bases originales del poder político en Argentina, las grandes estancias y su formación, crecimiento y desarrollo. Comprender a Rosas es comprender más claramente la naturaleza de las relaciones de parentesco, de los vínculos entre protector y protegido, entre patrón y peón, clave de tantas instituciones políticas y sociales en América Latina. Comprender a Rosas significa comprender más a fondo las raíces del caudillismo, o dictadura personal, en el mundo hispánico, y discriminar más cuidadosamente hasta dónde constituye una herencia del pasado colonial o cuánto de él deriva de la independencia y sus consecuencias. Ver a Rosas es ver la presencia de los intereses británicos en el Río de la Plata, el alcance del apoyo británico a la dictadura, los límites de la influencia británica. Conocer a Rosas es conocer a un extraño y singular personaje, cuya singularidad constituyó, en el cambio histórico, un factor tan considerable corno la economía y la estructura social de la época.