Desoyendo a la autora en su pedido de evitar una contratapa laudatoria, de esas que dicen a la gente que desperdicia su vida si atiende cualquier otro asunto que no sea leer este libro, diremos que sí, que algo de vida se desperdicia si no se lee Toda clase de cosas posibles. Entre el diario íntimo, el aguafuerte y el relato mínimo, cada uno de estos textos brilla por sí mismo, como cápsulas encantadas, a la vez que van pincelando un todo en el que la vida íntima de una mujer logra ser reflejo del mundo entero. Seducido por un aire despreocupado y hasta frívolo, que sólo una enorme pericia narrativa hace parecer casual, el lector advierte tarde, muy tarde, que se ha metido en aguas densas, y que ya no saldrá intacto. Virginia Feinmann nos entrega la crónica de una transformación personal, el delicado registro de cambios políticos y culturales del país, y cierta esencia profunda de la condición humana.