RESEÑA: Pelota negra es la historia de un padre y de un hijo marcada trágicamente por una pasión: el fútbol. Jero, un joven de veinte años, regresa a Buenos Aires a conocer al hombre apodado El Chela, una leyenda de los dirigentes barrabravas. A través de los ojos de este hijo que quiere saber de dónde viene, por qué su madre se lo llevó muy pequeño a España, cuál es la trama que oculta la cicatriz que le atraviesa la cara, y la de la herida que no se ve, que lleva adentro desde que tiene memoria y es capaz de preguntar qué pasó con su padre. Jero sabe que necesita el otro lado, el que va encontrar cruzando el océano, en una prisión a la que retornará, día tras día, ávido de un relato, también de una explicación. En cada visita, la voz de El Chela nos irá metiendo en un mundo de fanatismo que deja al deporte como excusa y convierte lo que pasa a su alrededor en violencia y manipulación política. La pasión por la camiseta se tiñe del afán de hacer dinero, de mover drogas, de digitar resultados. El momento de ascenso de El Chela son los años noventa, una época de la Argentina signada por el exceso y la corrupción, cuando parecía que la fiesta de pizza con champán no terminaría nunca, al ritmo de una marcha non stop que se alimentaba de todo tipo de estimulantes para no decaer. Así, el fútbol se vuelve escenario icónico de un país que en la década siguiente deberá hacer un examen de conciencia y dar un giro para enfrentar los restos de tanto abuso. Con un estilo visual, crudo y a la vez poético, Gabriela Orlandi construye esta novela atrapante, por momentos un policial negro, por momentos la disección de un hombre sencillo que vio la posibilidad de tener todo y no tuvo límites, poniendo en peligro aquello que en un comienzo era su bien más preciado: su familia, la compuesta por la mujer que tanto amaba y su hijo recién nacido, como también aquella que se extendía más allá y se juntaba en el club para hinchar por la camiseta.