RESEÑA: En estas páginas atenderemos, precisamente, a las vivencias de aquellas mujeres que sufrieron violencia no sólo por parte de sus esposos o parejas sino también cuando, guiadas por el miedo paralizante, las amenazas, la humillación y/o la vergüenza, producto de esa violencia, dejaron sus hogares y acudieron a comisarías, o a la justicia, o a curas de iglesia, o a salas de emergencia en hospitales, o a obras sociales privadas, o a Centros Integrales de la Mujer y/o a un refugio. Las mujeres que aparecen en este trabajo debieron huir de sus hogares por la violencia que ejercían sobre ellas sus maridos, sus compañeros o sus parejas, la cual ponía en peligro sus vidas y las de sus hijos. En algunos casos, luego de transitar por comisarías y hospitales, llegaron al refugio Mariquita Sánchez, una institución y dependencia de la Secretaría de la Mujer del Gobierno de la Ciudad que, generalmente, pocas conocían, y donde residirían con sus hijos durante un tiempo. En otros casos, el reconocimiento de la violencia las condujo, primero, a sus obras sociales, o al cura de la iglesia, luego a los Centros Integrales de la Mujer y, por último, a trasladarse a un hotel o a la casa de algún amigo o familiar. Algunas de las mujeres llevaban 20 o más años de casadas, otras, en cambio, tan sólo un año. Varias eran oriundas de provincias Argentinas, otras de los países limítrofes. Para llevar a cabo el trabajo adopté la estrategia de seleccionar casos de mujeres que sufrieron violencia, tomando como material de análisis los relatos de experiencias personales y el discurso institucional de los profesionales a cargo de uno de los Centros Integrales de la Mujer, el Centro Elvira Rawson, y del refugio Mariquita Sánchez. En el texto son tratados con detenimiento cuatro casos de mujeres que sufrieron violencia, mientras otros tantos contribuyen a ampliar su comprensión. La forma en que éstos fueron seleccionados y otros criterios técnicos se encuentran detallados al inicio del capítulo V, dedicado al análisis e interpretación de las representaciones de los actores en torno a la violencia. Los capítulos I y II contienen las discusiones teóricas que van a ser retomadas a lo largo del texto. En el capítulo I se apuntan algunos debates teóricos vinculados a los estudios de la mujer, del género y de la violencia. En el capítulo II se historiza el concepto de familia buscando demostrar la íntima articulación que existe entre la violencia y la familia. El capítulo III focaliza en la concepción jurídica de la mujer en la historia, analizando el lugar específico que le es otorgado en tanto su específica condición de mujer. Para ello se definió el contexto en el que surge la preocupación por la violencia contra la mujer, así como el sucesivo cuerpo de tratados, acuerdos, pactos y decretos con lo cuales se intentó determinar su especificidad. El capítulo IV describe de qué manera las medidas cautelares y el refugio pueden ser pensados en relación a un proyecto estatal que se propone ejercer tanto un control sobre los cuerpos de los individuos a través de su disciplinamiento, como un control del espacio que recae mayormente sobre la población y, en menor medida, sobre el individuo. El capítulo V, de cierre, apunta a lo que pueden ser las perspectivas de una antropología de la violencia, partiendo de las experiencias personales, las percepciones, las creencias, los valores, las prácticas, en una palabra, la trayectoria social de los actores. Más aún, sostendré que las trayectorias de las mujeres, la cual comienza con el reconocimiento de la violencia por parte de los actores, pueden pensarse como un pasaje por tres fases que constituyen lo que Victor Turner denominó un drama social (1974). Abordar el tema desde este punto de vista supone, indudablemente, alejarse de las explicaciones meramente jurídicas o psicológicas que abundan en las cuestiones vinculadas a la violencia contra la mujer, y aportar un enfoque etnográfico, entendido a la manera de la antropóloga brasileña Mariza Peirano (1995), como una forma de análisis centrada en las variadas y cambiantes perspectivas de los actores, no para tomarlas como elemento explicativo sino para dar cuenta de ellas, relacionándolas con ciertos contextos que las hacen comprensibles.