Sartre rechaza en El ser y la nada el nihilismo de Heidegger: Sartre entiende que la nada es algo irrealista: es la destrucción de lo ya dado para crear nuevas realidades, ante esto cada ser humano tiene un compromiso existencial con el prójimo y, aunque parezca contradictorio e incluso aporético, el compromiso existencial debe lograr la libertad de todos y cada uno de los seres humanos, de otro modo la existencia humana carece de sentido por esto idealiza a las personas como seres capaces de crear sus propias leyes al rebelarse contra todo tipo de estatutos, aceptando la responsabilidad, la ética y toda moral personal sin el apoyo de la sociedad, la ética o cualquier norma tradicional. Su teoría existencial declara la libertad de todas las personas para escoger sus propios conceptos de comportamiento y libre pensamiento hacia una perfecta libertad de elección de crear los significados de las cosas y de la realidad en general (con una ética universal derivada de la desalienación). En la relación entre el ser, su pasado y su futuro, Sartre evoca los conceptos de tiempo como una proyección mental del ser, siendo estos los causantes de la inacción del mismo al quedar varado entre lo que fue y lo que podría ser.