El día 11 de noviembre murió Will Roczinski, corresponsal de televisión. Tenía cuarenta y dos años. Su coche se precipitó por un puente de la San Diego Freeway, una autopista al sur de Los Ángeles. Fotógrafo, reportero eventual de Radio, más tarde de Televisión y, durante los dos últimos arios, colaborador fijo en el espacio informativo Aktuellen forum. Éstas fueron las etapas de su tarea. Nunca ocupó el foco del acontecer mundial, y sus reportajes no causaron nunca la menor sensación. En cierto modo, fue un folletinista familiarizado con la venta de gacetillas reprobadoras e irónicas, rutinarias y perfiladas. A ello se agregó una porción de encanto vienés, aunque más bien glacial. Un simple rostro del casillero televisivo que apareció media docena de veces cada mes para pasar inmediatamente al olvido. Quizás influyeran un poco aquellas gafas tras cuyos cristales de color Roczinski solía ocultar los ojos. El hombre no tenía amigos, ni en la esfera profesional ni en la privada. Ningún contacto con los colegas. Will Roczinski. Este nombre apareció impreso al pie de cada crónica suya y, no obstante, nadie supo deletrearlo sin cometer alguna equivocación.