Una de las grandes aportaciones de la contribución de Pessoa a la literatura ha sido, creo, la adopción de la filosofía, del pensamiento más alto y especulativo, para la cura de esa enfermedad crónica del hombre dotado de inteligencia: la soledad. De ahí que sea imposible leerle sin sentirse aludido. Es como si el poeta, a través de su discurso secreto que, se diría, tiene siempre algo de secreto y mucho de nítido, nos colocase un espejo delante a cada lector. El escritor solitario, el poeta emocional Pessoa lo que hace en este libro lúcido, inacabable, es dar testimonio, de algún modo, de la sorpresa de sí, de la rareza y contradicción del mundo real que le rodea, en el que vive y del que, necesariamente, depende. Y lo hace de un modo donde la poesía más alta convive con la racionalidad más fría. Nada parece innecesario, nada es baladí; todo tiene relevancia, al fin, nada sería si no fuese que forma parte de la propia mismidad del escritor. Todo lo que no es él es su Otro, esto es, le pertenece y concierne. Nadie, nadie se separa de sí propio. Eso es lo que, en parte, este libro emocionante e inexcusable viene a decir al oído del lector que quiera escuchar, que quiera escucharse.