SINOPSIS: Esta obra ofrece la razón de los nombres de los lugares públicos de la ciudad de Buenos Aires con el fin de aclarar en todos los casos el porqué de la inclusión y permanencia de tales denominaciones en la nomenclatura urbana. Conviene tener presente que la Municipalidad tiene la facultad de disponer la nomenclatura de los lugares públicos con el fin primordial de identificarlos de una manera sencilla y precisa. Subsidiariamente, se la utiliza para perpetuar en el recuerdo ciudadano los nombres de aquellas personas o acontecimientos que se hicieron merecedores de recibir tal homenaje. El sentido de justicia señala que corresponde exteriorizar este reconocimiento público a las personas que realmente han contribuido con su acción y su ejemplo al perfeccionamiento de la sociedad. Naturalmente, no existe un procedimiento objetivo que permita juzgar con exactitud cuándo una personalidad o hecho histórico es merecedor o no de un homenaje de recordación de este tipo. Sin embargo, aplicadas con un serio criterio selectivo, en forma razonable y prudente, las disposiciones vigentes en materia de nomenclatura son suficientes para establecer los valores exigidos. Las primeras denominaciones que tuvieron las calles de Buenos Aires fueron extraídas en su mayor parte del santoral, tales las que conocemos a través de los padrones de la ciudad de 1738 y 1744, y que, en buena parte, puede asegurarse, se remontan a los primeros tiempos de la fundación realizada por Juan de Garay en 1580.