Continuación de El joven César, esta novela nos muestra al César ya maduro, como guerrero, legislador, gobernante, escritor y, lógicamente, como poderosísimo emperador. Al interés que siempre despierta el personaje de César, sin duda uno de los capítulos más notables de toda historia humana, Warner suma la lúcida estrategia de escribir el relato bajo la forma de monólogo interior, que abarca hasta la noche previa al asesinato del emperador. De esta forma, Warner asume los celebérrimos antecedentes de Shakespeare (y su tragedia Julio César) y de Thornton Wilder (y su novela Los idus de Marzo) para plasmar su personal y sugestiva visión del hombre que llegó a ser una divinidad terrestre.