Publicada en 1951, esta versión novelada de las memorias del emperador Adriano fue de inmediato saludada como una obra que marcaba un antes y un después dentro del género histórico. Eso se debe a la rara, extrema sensibilidad de la autora para modelar poéticamente a un personaje que vivió entre lo humano y lo divino sin encontrar nunca su justo lugar. La conjunción, en la versión castellana, de esta novela excepcional y de la traducción del gran escritor Julio Cortázar, han hecho que Memorias de Adriano fuera en nuestra lengua un acontecimiento al menos tan significativo como lo fue en su versión original, así lo demuestra el número de ediciones y reimpresiones que han tenido que hacer para cubrir las demandas del público.