En esta obra Miguel de Unamuno nos introduce en la vida de Augusto un hombre diferente que después de la muerte de su madre tiene que buscar su camino. Así, compartimos con él sus múltiples aventurar y sus líos para saber cual es su verdadero yo y porque no es capaz de enamorarse como las demás personas. Es una novela muy vitalista, que transmite muchas emociones y de la que podemos aprender mucho, pero en esta historia más que la historia que se cuenta es cómo se cuenta lo importante. Unamuno quería romper con las reglas preestablecidas a la hora de crear novelas porque dotaban de muy poca libertad al autor. Por eso, decidió crear su propio género al que bautizo como nivola porque al no ser una novela tradicional podría escribirla como él quisiese y sin ningún tipo de limitaciones. Aprovechó con gran acierto las posibilidades que esto le dio: desde el prólogo podemos notar esa diferencia con otras historias porque es uno de los personajes de la historia quién lo escribe y, además, en él se dirige directamente al escritor. Así, Unamuno de forma sutil nos recuerda que narrador y escritor no son la misma persona y que uno no habla por el otro. Dentro de la propia nivola sigue con ese mismo juego llegando al momento cumbre cuando se convertirse a sí mismo en un personaje. Aunque sea una novela de pocas páginas es una gran historia y se convierte en una revolución.