Todos los seres humanos necesitamos del sentido como del aire que respiramos y cuando él nos falta nos extraviamos. Esta es la tesis de Cristóbal Holzapfel, doctor en Filosofía, quien nos introduce a la reflexión en torno al ser humano como buscador de sentido. Con un lenguaje certero y envolvente, el autor nos recuerda que ante todo encontramos sentido en el amor, el poder, el saber, el juego y también en la religión, la ciencia, el arte, y varios otros ámbitos que se convierten en fuentes dispensadoras de él. ¿Son las únicas? No. Existen también otras, ocasionales, que dan sentido a nuestras vidas, como conocer a una persona. Luego, estas fuentes se pueden volver persistentes y de esa manera llevarnos a contraer lazos y compromisos con aquella persona. Y también encontramos fuentes icónicas del sentido, como el lugar en que vivimos y hasta en algunas de nuestras pertenencias. El sentido se genera a partir del vínculo que tenemos con algo, lo que a su vez genera un cobijo, un amparo, de lo cual resulta además una atadura, algo que nos delimita. A todo esto le sigue una reiteración, al modo de una apuesta que volvemos a hacer por aquello; y finalmente intentamos el sostén, vale decir, sostenernos en la existencia.