Cuando la Comisión Interamericana de Derechos Humanos visitó la ESMA en 1979 no encontró ni rastro de los prisioneros. Con la ayuda de la Iglesia, la Armada los había escondido en la isla, El silencio, el lugar habitual de recreo del cardenal arzobispo de Buenos Aires. No se conoce otro caso en el mundo de un campo de concentración en una propiedad eclesiástica. Las relaciones secretas que este libro revela después de casi tres décadas de silencio incluyen la seducción que el almirante Massera ejercía sobre el papa Paulo VI, el doble juego del ahora cardenal primado Jorge Bergoglio, la colaboración del nuncio Pío Laghi y del secretario del vicariato castrense Emilio Graselli con el programa de reeducación de prisioneros de la ESMA. Con la prosa apasionante de un thriller, Horacio Verbitsky describe la fascinación del mal sobre una institución cuya finalidad declarada es hacer el bien.