De todas las artes sólo la literatura se ha contemplado tanto a sí misma como el teatro. Probablemente tenga que ver que se cuentan entre las más antiguas y por tanto han tenido el tiempo suficiente como para ir y venir, avanzar y retroceder, tanto que han llegado a un punto que no queda otra opción que mirar para dentro, tratar de comprender qué se tiene en las tripas, qué impulsa al arte por el arte mismo. El teatro ha hecho escuela con este concepto, desarrollando a partir de esta suerte de metanarrativa teatral verdaderas obras de arte que reflexionan sobre la lógica del escenario, qué impulsa una obra, qué pone en movimiento una trama, qué hace que un actor se vuelva un personaje y -más allá aún- que hace a un personaje ser ese personaje en cuestión.