RESEÑA: Los Ensayos de Michel de Montaigne (1533-1592) son la obra cumbre del pensamiento humanista francés del siglo XVI. Montaigne inicia la redacción de esta obra que le ocupará hasta la fecha de su muerte en 1592. Dos años antes había vendido su puesto como Consejero del Parlamento de Burdeos para retirarse a su castillo en el Périgord. No será la redacción de los Ensayos la única ocupación que tenga, ya que a la vez que administra sus posesiones Montaigne participa como noble católico en algunos de los episodios militares o políticos de las Guerras de religión de Francia. Viaja, desempeña en varias ocasiones el cargo de alcalde de Burdeos, y también hace de intermediario entre el rey Enrique III y el jefe protestante Enrique de Navarra (futuro Enrique IV). Los Ensayos se alimentan tanto de esta experiencia como de sus lecturas de humanista jubilado en su biblioteca de la torre de su residencia. Montaigne publica los libros I y II en Burdeos en 1580 y luego los completa y adjunta un tercer libro en la edición parisina de 1588. La Iglesia católica incluirá esta obra en su Índice de Libros Prohibidos casi un siglo después de su publicación, en 1676.
Nivel Bibliográfico:
Monográfico
ISBN:
84-487-0119-4
Nota normalizada:
CONTIENE: LIBRO PRIMERO. CAPÍTULO I: Por distintos medios llegase a igual fin. CAPÍTULO II: De la tristeza. CAPÍTULO III: Nuestros sentimientos van más allá de nosotros. CAPÍTULO IV: De cómo el alma descarga sus pasiones en objetos falsos cuando los verdaderos vienen a faltar. CAPÍTULO V: De si el jefe de una plaza sitiada ha de salir a parlamentar. CAPÍTULO VI: La peligrosa hora de los parlamentos. CAPÍTULO VII: Júzguense nuestros actos por la intención. CAPÍTULO VIII: De la ociosidad. CAPÍTULO IX: De los mentirosos. CAPÍTULO X: Del hablar pronto o tardío. CAPÍTULO XI: De los pronósticos. CAPÍTULO XII: De la constancia. CAPÍTULO XIII: Ceremonia en la entrevista de los reyes. CAPÍTULO XIV: Que el gusto de los bienes y los males depende en gran parte de la idea que de ellos tenemos. CAPÍTULO XV: Somos castigados por empeñarnos en una plaza sin razón. CAPÍTULO XVI: Del castigo de la cobardía. CAPÍTULO XVII: Un rasgo de algunos embajadores. CAPÍTULO XVIII: Del miedo. CAPÍTULO XIX: No se ha de juzgar nuestro destino hasta después de la muerte. CAPÍTULO XX: De como el filosofar es aprender a morir. CAPÍTULO XXI: De la fuerza de la imaginación. CAPÍTULO XXII: El provecho de unos es perjuicio para otros. CAPÍTULO XXIII: De la costumbre y de cómo no se cambia fácilmente una ley recibida. CAPÍTULO XXIV: Distintos resultados de una misma decisión. CAPÍTULO XXV: De magisterio. CAPÍTULO XXVI: De la educación de los hijos. CAPÍTULO XXVII: Se ha de tener prudencia al meterse a juzgar los designios divinos. CAPÍTULO XXXIII: De huir de los placeres a costa de la vida. CAPÍTULO XXXIV: Tópase a menudo el azar con el camino de la razón. CAPÍTULO XXXV: De un defecto de nuestra organización. CAPÍTULO XXXVI: De la costumbre de vestir. CAPÍTULO XXXVII: Del joven Catón. CAPÍTULO XXXVIII: De cómo lloramos y reímos por una misma cosa. CAPÍTULO XXXIX: De la soledad. CAPÍTULO XL: Consideración sobre Cicerón. CAPÍTULO XLI: De no ceder la gloria de uno. CAPÍTULO XLII: De la desigualdad que existe entre nosotros. CAPÍTULO XLIII: De las leyes suntuarias. CAPÍTULO XLIV: Del dormir. CAPÍTULO XLV: De la batalla de Dreux. CAPÍTULO XLVI: De los nombres. CAPÍTULO XLVII: De la inseguridad de nuestro juicio. CAPÍTULO XLVIII: De los destreros. Capítulo xlix: De las costumbres antiguas. CAPÍTULO L: De Demócrito y Heráclito. CAPÍTULO LI: De la vanidad de las palabras. CAPÍTULO LII: De la austeridad de los clásicos. XCAPÍTULO LLIII: De una frase de César. CAPÍTULO LIV: De las vanas sutilezas. CAPÍTULO LV: De los olores. CAPÍTULO LVI: De las oraciones. CAPÍTULO LVII: De la edad.