SINOPSIS: A la memoria de Patricio O Hara. Hace cuarenta años, en estas mismas salas, cinco pintores argentinos exponían en grupo por primera vez en Buenos Aires. Eran: Aquiles Badi, Héctor Basaldúa, Antonio Berni, lino Spilimbergo y Horacio Butler. Entonces no se hablaba de un posible agotamiento de la pintura como medio de expresión; nos sentíamos apoyados únicamente por la fe y afortunadamente, éramos obstinados. La obstinación, en algunos casos, puede parecer una virtud y en otros un insoportable defecto. Al menos, así debía considerarlo mi padre, pues cuando yo era un chico y él creía que todos sus recursos de persuasión se hallaban agotados, solía decirme en un tono de burla pero con un misterioso dejo de reproche: merecerías ser hijo de Patricio O Hara. Yo ignoraba entonces quién era ese señor y me guardaba bien de preguntado al sospechar que esa paternidad no debía responder a nada bueno. Pero pasaron los años y un buen día me decidí a averiguarlo. Se trataba del menor de cuatro hermanos de una honorable familia irlandesa de Dublin, comprometida en las luchas a favor de la independencia de esa isla; aunque Patricio, buscaba la libertad por distintos caminos. El estaba enamorado de la música y su verdadera pasión consistía en tocar la flauta. Cansado que por tal causa sus hermanos lo trataran de cobarde, fue en busca de nuevos horizontes, y, una mañana, en calidad de grumete, se embarcó en que partía para Nueva Inglaterra.