RESEÑA: La autora nos presenta a dos hermanos nacidos con media hora de diferencia: Bea y Colin. Cada uno es complementario del otro. Bea es fuerte, dominante, segura, firme, no siente compasión; Colin es sensible, débil (tiene un pie zambo), maleable como el hierro al rojo vivo que bate en la herrería su hermano Valentín. Su padre es de noble cuna, pero se gana la vida fabricando autómatas. Su madre tiene un don: es descendiente de las sacerdotisas celtas, por eso puede comunicarse con las mujeres de su familia a través del pensamiento. Precisamente por esto no es aceptada del todo en el pequeño pueblo en el que habitan y una noche su casa es incendiada por los vecinos como consecuencia de la prédica de un visionario borracho. Ella y su amado esposo, por el que abandona su don, son pasto de las llamas. A partir de aquí comienza la aventura en solitario de los hermanos: Colin, que camina cojeando y Bea, que hereda el don de su madre. Tras escapar de la casa de su tío, que los acoge con reticencias, consiguen embarcarse rumbo a China para, después de un período allí, establecerse en el reino de Ayuthia, tan sólo unos años antes de que ésta sea destruida por los birmanos.