Esta recia y hermosa nove-la brinda el perdurable testi-monio de un artista que aquí, en estas páginas estremecidas, da la prueba cabal de su conocimiento, profundo, minucioso, de la pampa poblada por el misterio de los árboles y las aguadas, los animales, los pastos y las estrellas; pero habitada también, a mediados de la pasada centuria, por indígenas maravillosamente identificados con las plurales dimensiones del paisaje. En otro plano, asoman los cristianos de los regimientos y las ínsulas de los puesteros. Ese enfrentamiento llenará todo de atormentado estrépito; el duelo se prodigará en heroísmos tan increíbles como las crueldades, por igual sorprendentes en su arrojo y en sus agachadas. Entre el cielo imperturbable y la tierra sacudida, con elementos erguidos sobre sus pasiones (hombres, mujeres, fortines, tolderías, mangrullos, arreos, fiestas, soledades, persecuciones, desencuentros; en la ruda tarea cotidiana o asomados sobre el charco de la sangre derramada; en el amor o los entreveros) transcurre la acción del libro, pletórico de vida y cuyo mejor elogio es su rotunda autenticidad. Las múltiples distinciones de que fue objeto El hombre olvidado sólo han confirmado los merecimientos intrínsecos de esta portentosa epopeya, sentida con hondura y expresada con profunda destreza, para lograr un efecto de empinado valor estético. Falcioni es un verdadero sentidor del país y de sus hombres reales. Su amor entrañable por nuestra tierra, sus moradores y sus gestas hazañosas, las volcó en estas páginas inolvidables de su hombre olvidado.