La aparición de Ios Círculos de Obreros en los primeros años de la actual centuria y la presencia de sus militantes en las calles disputándoles el terreno a socialistas y anarquistas, constituyen episodios nuevos, que no dejaron de sorprender a la elite gobernante pro liberal y anticlerical. Pero el hecho religioso más destacado del siglo fue la celebración del XXXIV Congreso Eucarístico Internacional en Buenos Aires. No solo por la gran concurrencia y por la transcendencia que generó este acontecimiento, sino fundamentalmente por los cambios profundos que habrían de producirse a parir de ese año 1934. La numerosa concurrencia de hombres constituyó un hecho inédito en un país como el nuestro, en el que la religión aparecía como una cosa de mujeres. Pocos años atrás se había fundado la Acción Católica Argentina, que habría de ejercer un rol fundamental en la organización del laicado, sector de la iglesia que durante el presente siglo cumple un papel protagónico. El sector educativo se consolidará notoriamente a través del aporte de nuevas comunidades religiosas, tanto nacionales como extranjeras, y con la aparición de los colegios parroquiales a partir de la década del 50. La actividad de religiosos y religiosas contribuirá asimismo en la tarea creativa, al asumir áreas sin atención pastoral, especialmente entre los sectores más carenciados. Un elemento que modificará algunas pautas después del Concilio Vaticano Segundo, será la revalorización de la religiosidad popular. De esta vertiente surgirá una tarea pastoral que habrá de plasmarse especialmente en la organización de peregrinaciones juveniles, que tienen en la de Luján su máximo exponente, y será también después del Concilio que la jerarquía eclesiástica consolidará sus estructuras a través de una conferencia episcopal que buscará una mejor y más equilibrada representatividad de todos los sectores de la Iglesia.
