BUENOS AIRES NOS CUENTA, en esta nueva presentación lo hace con el título de La Alameda. El primer paseo que tuvo la Ciudad de Buenos Aires. La ciudad de la Trinidad crecía. Sus habitantes, que sólo acostumbran a reunirse en sus hogares y, fuera de ellos, en el ámbito de las iglesias para las festividades religiosas, en la plaza para comprar o vender sus productos para el sustento diario, en las corridas de toros o para los ajusticiamientos, pretendían algo más. Uno de los atractivos de la ciudad era el río pero sus accesos eran difíciles por aquellos barracones. Sólo llegaban hasta la ribera las lavanderas para lavar entre las toscas, los pescadores de zábalos y los aguateros a proveerse de dudosa agua fresquita. Pero si se organizara una senda, los carruajes podrían bajar hasta el río permitiendo y a los que lo deseaban disfrutar de la playa y, si se avanzaba aún más en proyectos ambiciosos, la ciudad podría contar con un paseo al pie de la barranca donde la gente pudiera reunirse para conversar y socializarse. Tal era lo que postularon distintos gobernantes obteniendo por respuesta el tratamiento práctico de los cabildantes que anteponían a tal refinamiento el cumplimiento de otras necesidades más imperiosas y, por consiguiente, prioritarias. El encuentro de opiniones al respecto fue constante; pero la firmeza de quienes estaban convencidos de Al utilidad alcanzó el triunfo. De tal manera a mediados del XVIII la muy noble y muy leal ciudad de Buenos Aires iba ya alcanzando una cierta hermosura adornada con su paseo para contribuir no sólo a la diversión sino a la salud de sus habitantes.