Minutos antes de las nueve de la noche, los chilenos salieron al escenario sin anda más que sus letras y sonidos que hicieron desde el primer acorde menear a todo el recinto, el cual estaba lleno en su parte baja, y dónde encontrabas auténticos rastafaris, simples gustosos de la buena música y músicos que alguna vez fueran parte de Gondwana, como Hansel