Yo al comienzo me sentí más tirado que pucho en Berlín. Para más remate a mi hermano y a mí nos metieron de cabeza en la Escuela del barrio. Cuando nos decían guten morgen creíamos que nos estaban sacando la madre. Los cabros eran buena gente y se nos acercaban a preguntarnos cosas, pero lo único que podíamos hacer nosotros era sonreírnos como pavos. Comencé a aprender alemán jugando fútbol en los recreos. Me ponían de hack centro y allí metí tanto fierro que aprendí distintas palabritas: desgraciado, cabrón, pata de mulo. Yo me abría de brazos y miraba al delantero caído y decía: No pasó nada. Siempre decía eso. Entonces me pusieron de sobrenombre No pasó nada. Todavía cuando algunos me ven, levantan las manos así y me dicen Hola, Nopasonada.
Nivel Bibliográfico:
Monográfico
Nota normalizada:
No pasó nada; De la sangre al petróleo; La llamada; Hombre con el clavel en la boca.