RESEÑA: La narradora de La fuente del relato se la ve venir, sabe que tiene los días contados. Por eso decide escribir y contarlo todo, en bruto, como buscando una redención sin saber que con cada uno de sus movimientos no hace más que hundirse hasta el fondo. Asustada (un poco paranoica, siendo escrita como si fuera parte de un reality y nadie se lo hubiera dicho), precipita una historia que se conjuga como un juego de cajas chinas, en el que reverberan situaciones insólitas: algunas noches cara a cara con su pasado en un hotel de París, una chica peluquera que clava sus tijeras en la nuca de una clienta o un simple repartidor de pizzas que muta en gran amenaza.