RESEÑA: Juan Carlos Diotti, artista del plano, disfruta de los secretos de la tinta, el grafito, las técnicas mixtas, la carbonilla. Nacen, crecen y se desarrollan formas en ese deslizamiento sobre un soporte que, del papel a la tela, puede sostener figuras y escenarios de las más opuestas connotaciones. Figuras, protagonistas circunstanciales de la vida diaria, sus perfiles y contrastes aparecen en su caracterización diversa de la comedia humana. Substratos temáticos en los que la anécdota pasa a un segundo plano, pero en los cuales, sin embargo, cada personaje se impone y define con claridad y contundencia. Es siempre una criatura jugada, real, con voz y latido, en la cual el artista deposita toda su capacidad de persuasión y énfasis. Porque Diotti no es un dibujante virtuoso, sino primordialmente un artista que piensa. Un artista que despliega, más allá de aptitudes fácticas, su vigoroso sentimiento de todo un universo sensible en el que suceden cosas pero en el que, fundamentalmente, se caracteriza un tiempo social. El humor, el abismo existencial, lo fortuito y lo que permanece, están en su espectro simbólico. La erótica de los cuerpos y la inocencia de los comportamientos. El enlace de realidad y fantasía y, sin embargo, la suma virtual de estados configuradores de la vida como energía. Cinco lustros de trabajo, de búsquedas, de replanteos, integran esta mirada -ni parcial ni totalizadora- de su desafío artístico. Corno en un friso, pueden registrarse y asociar periodos más definidos que otros, en los que Diotti califica y reafirma actitudes, afila críticamente el testimonio o deja fluir, en fin, las voces en una coralidad fascinante. Pueden sumarse técnicamente el acrílico, la acuarela, el pastel, el lápiz color o el collage a sus presupuestos de linealidad constructiva originarios. La imagen permanece en su más genuino vitalismo. Porque Diotti asume una personalidad propia para decir, para hacer actuar a sus personajes. La magnífica serie Hablemos de vos y de mi (1999) sirve para ratificar este aserto. Y obras como Fraterno (2000) o los desnudos de los 90 o Mascarada (1994), dan razón de todo un desarrollo expresivo que más que un círculo de protagonistas, intenta descifrar los diversos escorzos de la comedia humana.
