SINOPSIS: Esta mirada corta, criada en la pampa húmeda y fértil, entre campos y espejos de agua, noches pobladas de luciérnagas, grillos, ranas y aromas del jardín familiar, encontró en las casas altas y antiguas de Carmen de Patagones, El Carmen de Las Flores de su infancia. Cruzar el Río Negro hacia Viedma fue dejar atrás y también llevar para siempre, el sustrato al que lo devolvería cada poema, como si cada corte de verso dictado por la experiencia fuera un golpe de remo entre una margen y otra de dos vidas, la patagónica y la otra, que son una misma. Esa dualidad se dirime y se resuelve en el plano de la escritura, su lugar herrado. Así, con hache, una letra que muda en silencio el sentido, como lo hace el exiliado cuando fuga del hogar sin llamar la atención, pero con una marca indeleble que lo acompañará a donde quiera que vaya. Como lo hacen las herraduras, que dejan una huella que no es humana, tampoco animal. Sólo es huella en el lugar, y allí se queda. La mirada corta: en el título de esta compilación hallamos un arte poética de dos palabras, otra dualidad de sentidos, entre el adjetivo y el verbo. Mirada que corta la bruma del lenguaje, que fija el detalle en la cercanía, elige, toma, golpea, erra el golpe, y lo hace para herrar. Porque es en el error del rumbo donde deja la huella. El error lleva a repetir el golpe e insistir hasta acertar, golpear como un herrero que forja el metal con el que todo cobra movimiento: las herraduras, los engranajes, los puentes, los barcos, y todo aquello que puede llevar en su filo la posibilidad. Todo aquello que puede diluirse en condiciones extremas hasta perder su forma, y en otro estado tomar, con la misma sustancia, otro rumbo.
